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Un momento de crisis??

Existen momentos en la práctica del Aikido, al igual que en el resto de procesos de aprendizaje, y sobre todo de aprendizaje motor, en los cuales uno se lo cuestiona todo, en los que todo lo cuestiona a uno y son esos momentos los que marcan la diferencia en la evolución del mismo.


Es habitual encontrarse ante la tesitura de que si lo que uno sabe es suficiente, en el dilema de que si el modo de aprendizaje, la atención selectiva que prestamos a ciertos elementos de la práctica o incluso si el método de enseñanza que seguimos son los adecuados en nuestra evolución. Y yo digo que pamplinas, que todo ello son precisamente los miedos que no nos dejan seguir evolucionando, esos miedos que en cada uno de nosotros se expresan de un modo diferente, pero que a fin de cuentas en todos aparecen con mayor o menor intensidad. Y por favor si a alguien no le ocurrió que me lo diga, me gustaría conocerlo y compartir con él o ella mi experiencia y sobre todo que el comparta la suya conmigo. Pero desde el corazón, ¿cómo deberíamos entregarnos todos a la práctica de algo que disfrutamos, de algo que nos permite evolucionar, de algo que nos engrandece?, por supuesto, nada más que afrontarlo desde el corazón, ese corazón al que se refiere el término “kokoro” en japonés.

Es en realidad la práctica la que nos resolverá todas estas dudas, sobre todo porque en la práctica encontraremos las respuestas a estas cuestiones, y estas cuestiones se resolverán con la práctica, buscando en cada momento el estado de mushin o “no mente”, ese estado mental en que todo esto no tiene cabida, solo estamos nosotros con nosotros mismos, solo está tori y uke, no se necesita más para la práctica del Aiki-do. Por desgracia nuestra mente, o mejor dicho nuestra mente-ego no nos permite librarnos fácilmente de ello y es por eso que el trabajo de este estado mental se convierte en el primer paso para nuestro crecimiento y evolución en la práctica. El primer paso para que todas estas dudas desaparezcan y nos entreguemos en cuerpo y alma a aquello que estamos realizando, sin prejuicios, sin miedos, sin aspiraciones u objetivos prefijados. Practicar en la libertad de la escucha, practicar en la escucha de la libertad. Practicar, practicar y practicar un poco más, y llenarse de la práctica, inundarse de las sensaciones que en ella encontramos, expandirnos un poco para conseguir expandirnos ilimitadamente, comprimirnos todo para conseguir comprimirnos tan solo un poquito.

Extracto de Cosmos. Revista de Saku Dojo (Dojo de Endo Sensei)

“Hasta ahora tengo la continua sensación de que persigo el Aikido como Tao (Camino). Buscar el Tao es buscar profundamente, y los que han venido a saber a través de la práctica del Aikido es que el Tao es simplemente continuar buscando. Incluso así no hay límites a las profundidades que se pueden alcanzar. Alguien puede apuntar sobre algo que parece una meta, pero como el camino es diferente a cada persona, puede no ser una verdadera meta para cada uno.”

El fundador del Aikido Ueshiba, Morihei dijo: “la maestría en el Aikido consiste en librarse del mal de uno mismo, armonizando con los cambios del Universo y los de uno mismo y unificarse con el Universo en uno mismo. El corazón del Universo es “Amor”, tan grande que puede ser encontrado en la esquina más lejana. El Budo de quien no puede armonizar con el Universo no es el verdadero Budo, sino el Budo de la destrucción. El verdadero Budo es el trabajo del “Amor”. No es matar sino trabajar para crear y alimentar todas las cosas.

EXTRACTO DE MUSASHI, LA LEYENDA DEL SAMURAI

Cayó la noche…, cuando todos los demás dormían profundamente Takuan dejó el libro que estaba leyendo, se puso los zuecos y salió al patio.
- ¡Takezo!- gritó.
Muy por encima de su cabeza se agitó una rama y cayeron algunas brillantes gotas de rocío.
- ¿Qué quieres monje bastardo?- contestó fieramente el prisionero.
- Desde luego aúllas con brío para ser un hombre a las puertas de la muerte….,
- Déjate de cháchara, Takuan. Córtame la cabeza y acabemos de una vez.
- ¡Oh no!, ¡no tengas tanta prisa! Uno ha de andarse con cuidado en asuntos tan arriesgados…
- ¡Muy bien, mírame sucio perro callejero!, ¡ Te demostraré lo que soy capaz de hacer si me lo propongo!
Entonces haciendo acopio de fuerzas Takezo empezó a moverse violentamente, lanzando su peso arriba y abajo hasta casi romper la rama a la que estaba atado. Fragmentos de hojas y cortezas llovieron sobre el monje, el cual permanecía imperturbable aunque quizá con una impasibilidad un tanto afectada.
Calmosamente, el monje se sacudió los hombros y, una vez limpio de aquella broza alzó de nuevo la vista.
- ¡Así me gusta, Takezo! Es bueno enfadarse tanto como tú lo estás ahora. ¡Adelante! ¡Experimenta tu fuerza al máximo, muestra que eres un hombre de verdad, enséñanos de qué madera estás hecho! Hoy en día la gente considera una señal de sabiduría y carácter la capacidad de controlar su ira, pero yo digo que son unos necios. Detesto ver a los jóvenes tan comedidos, tan formales. Tienen más temple que sus mayores y deberían demostrarlo. ¡No te reprimas, Takezo! ¡Cuánto más te enfurezcas tanto mejor!
- ¡Espera Takuan!, ¡espera!¡ Si he de romper esta cuerda con los dientes, lo haré sólo para ponerte las manos encima y descuartizarte!.
- ¿Eso es una promesa o una amenaza? Si crees de veras que puedes hacerlo me quedaré aquí esperando. ¿Estás seguro de que podrás seguir así sin matarme andes de que se rompa la cuerda?
- ¡Cállate!- gritó Takezo con la voz enronquecida.
- ¡Vaya Takezo eres fuerte de veras! El árbol entero se balancea. Pero siento decirte que no noto temblar la tierra. ¿Sabes? Tu problema es que, en realidad, eres débil. Tu cólera no es más que rencor personal. La cólera de un hombre de verdad es una expresión de indignación moral. La ira por motivos emocionales no es propia de los hombres.
- Ya falta poco- le amenazó-. ¡Iré directamente a tu garganta!
Takezo siguió esforzándose, pero la gruesa cuerda no mostraba señal alguna de debilitarse. Takuan le miró durante un rato y luego le ofreció un consejo amistoso.
- ¿Por qué no te tranquilizas, Takezo? Así no llegarás a ninguna parte. Sólo lograrás extenuarte, ¿y de qué va a servirte eso? Por mucho que te muevas y contorsiones, no lograrás romper una sola rama de este árbol y mucho menos hacer mella en el universo.
Takezo emitió un fuerte gemido. Su berrinche había terminado. Se daba cuenta de que le monje tenía razón.
- Me atrevería a decir que toda esa fuerza estaría mejor encauzada si trabajaras por el bien del país. Deberías tratar de hacer algo por los demás, Takezo, aunque ahora sea un poco tarde para empezar. Si lo hubieras intentado, habrías tenido ocasión de impresionar a los dioses o incluso al universo, por no mencionar a la gente normal y corriente. ¡Es una lástima, una gran lástima! Aunque naciste humano, eres más bien un animal, no mucho mejor que un jabalí o un lobo…
- ¿Y tú te consideras humano?- le espetó Takezo.
- Escucha bárbaro, desde el principio has confiado demasiado en la fuerza bruta, creyendo que no tienes rival en el mundo. ¡Pero mira dónde estás ahora!
- No tengo nada de qué avergonzarme, no ha sido una pelea limpia.
- A la larga, no hay ninguna diferencia. Te vencí con mi ingenio y mi capacidad persuasiva, en vez de hacerlo con los puños. Una vez te han derrotado, derrotado estás. Tanto si te gusta como si no, estoy sentado en esta roca mientras tú cuelgas ahí arriba, impotente. ¿es que no puedes ver la diferencia entre tú y yo?
- Si peleas sucio eres un embustero y un cobarde.
- Hubiera estado loco si hubiera intentado prenderte a la fuerza. Físicamente eres demasiado fuerte. Un ser humano no tiene muchas posibilidades si pelea con un tigre. Por suerte no suele tener que hacerlo, ya que es más inteligente. Pocas personas discutirían el hecho de que los tigres son inferiores a los seres humanos. Lo mismo sucede con eso que consideras tu valor. Tu comportamiento hasta ahora no demuestra que sea algo más que valor animal, de ése que carece de respeto por los valores y la vida humanos. No es la clase de valor propio de un samurái. El verdadero valor conoce el miedo. Las personas honestas valoran la vida apasionadamente, se aferran a ella como si fuese una joya preciosa, y eligen el momento y el lugar apropiados para entregarla, para morir con dignidad. A eso me refería cuando he dicho que es una lástima lo que ocurre contigo. Naciste con fuerza y valor físico, pero te falta conocimiento y sabiduría. Si bien lograste dominar algunos de los aspectos más desafortunados del camino del samurái, no hiciste el menor esfuerzo por adquirir sabiduría y virtud. La gente habla de combinar el camino del aprendizaje con el camino del samurái, pero cuando están adecuadamente combinados no son dos sino uno solo. Hay un único camino, Takezo…

METÁFORA DE LA ESCUCHA


Reflexionando sobre lo que últimamente he empezado a captar del Aikido, y a través de las enseñanzas de los maestros a los que tengo la suerte de disfrutar, como son Luis, Matti, Ariga o por supuesto y no menos importante Endo sensei, he empezado a llegar a una conclusión que me gustaría compartir.

        Todos estos maestros, aunque también otros, comparten la idea de que el Aikido es ESCUCHAR. Sí, escuchar a través del contacto con el otro, a través del punto de conexión con el otro, y sobre todo escuchar a alguien que nos está transmitiendo algo, en este caso a través de una comunicación corporal, no oral.

        Estamos acostumbrados a escuchar con los oídos, y quizá utilizar la metáfora de cómo escuchamos con los oídos me ha servido para entender un poco más la práctica del Aikido. Digo esto pues cuando entablamos una conversación con otra persona nada está predefinido, ninguno de los dos sabe que va a decir, cuando o como, todo va apareciendo en función de las palabras y las reacciones de uno y otro. Por tanto podemos decir que se mantiene LIBERTAD en este proceso de comunicación. 

     En el momento que se pierde esta Libertad no mantenemos una conversación, sino que damos un discurso, esperando que al otro le interese lo que comunicamos, independientemente de que el opine de un modo u otro, le guste más o menos lo que decimos, independientemente de que quiera o no quiera intervenir en el proceso.

        En la práctica de Aikido esta es la tendencia que yo intento seguir (la Libertad), la búsqueda de utilizar el vocabulario que me han enseñado (técnicas, ki-musubi, kimochi, centro,…), para comunicarme con la otra persona y deseando llegar al momento en el que no tenga que pensar en ellas para utilizarlas, al igual que lo hago al hablar con alguien, pues creo que este es el camino para encontrar la LIBERTAD en mi práctica, y sobre todo en mi vida.

        Pero en un proceso de comunicación, ya se sabe, se necesita un emisor y un receptor, por lo que una persona que tiene un vocabulario muy amplio, y un profundo conocimiento de la comunicación (cinética, kinesia, proxémica, paralenguaje, conducta táctil…),  no siempre es un gran comunicador pues necesitamos llevar todo ello a la interpretación de la reacción del receptor, de la persona que está al otro lado del canal de comunicación. En el momento que no lo tenemos en cuenta aparece una persona a la que le gusta dar charlas, no charlar, aparece un pedante que intenta demostrar cuanto sabe, no un maestro que intenta mostrar lo que contiene para que sirva de guía a quien lo quiere aprender.

Y que me perdonen las personas a las que les gusta dar charlas, pues no es mi intención cuestionar sus métodos. Con lo dicho solo pretendo compartir una manera de llevar a cabo la práctica diaria, bien sea con un alumno/a, bien sea con un compañero/a, pues todos somos a la vez aprendices y maestros, bien intencionadamente o de forma involuntaria.

Dicho esto continuo con mi metáfora, pues en la práctica diaria buscamos comunicación, no transmisión unilateral de información, buscamos escuchar, no hablar sin que al otro no le interese lo que estamos diciendo, sino hablar de algo que nos interesa a dos, comunicarnos, y hacerlo de una manera libre.

Aunque claro, esta libertad es más difícil de conseguir que la que conseguimos en las conversaciones, pues en la práctica nuestro “ego” y sus miedos nos impiden conseguirla. Miedo a que se descubra que no somos tan buenos como se piensan, miedo a equivocarnos y que nos tengan que corregir, miedo a estar haciendo algo mal, miedo a la ineficacia de nuestra práctica(que no sería por supuesto a la eficacia del Aikido, ¿o tal vez si?), miedo, miedo, miedo…, miedo a esto o a aquello. Vemos que en las conversaciones nos ocurre igual, aunque estamos tan acostumbrados a hacerlo que ya no le prestamos atención, o ¿a nadie se le viene a la cabeza que cuando habla con alguien a quien conocemos poco nos aparecen los mismos miedos?. Cuando en realidad si alguien mantiene una conversación con nosotros o por otro lado está practicando con nosotros, partimos de la base que le interesa (o lo normal es que le interese) aquello que decimos, como lo decimos,…, y si nos equivocamos, a ambos nos servirá para aprender algo nuevo.

Puede que al hacernos conscientes de ello, consigamos “liberarnos” un poco más.

Extracto de Cosmos nº 20: El Valor de la Práctica y de la Demostración

Practicamos Budo en el formato ataque y defensa con un compañero. Por consiguiente, tendemos a preocuparnos por derrotar al compañero, desarrollando malos hábitos y usando demasiada fuerza. En prácticas tales como el kenjutsu, en las cuales usamos armas, hay un conocimiento básico de que incluso en toque corta. Sin la postura correcta y la distancia, el arma no puede usarse de forma efectiva. Además como el uso del arma con una actitud pobre pone en peligro al propio practicante, la práctica se conduce con seriedad y atentamente.

Aunque hay demanda de seriedad y atención en arte cuerpo a cuerpo también la distancia se cierra y hay contacto directo con el compañero, lo que da como resultado que ambos, el cuerpo y los sentidos, lleguen a estar rígidos instintivamente. Cuando uno trata de derrotar al compañero, se hace necesario infligir un daño considerable para lo que debemos causar una postura de sufrimiento y uno usa demasiada fuerza y desarrollamos malos hábitos. Consecuentemente la seriedad y la atención se pierden y el movimiento llega a ser indolente y temerario.

Para evitar tales progresos, es necesario desconfiar de preocuparnos con que las técnicas sean o no efectivas, y primero simplemente repetir las formas, de ambas formas, tori y uke, correctamente. Es simultáneamente crucial cuidarse de observar el uso de nuestro cuerpo y el estado de nuestro corazón/mente, y la relación entre los dos durante cada técnica. Uno debe tener presente tomarse el tiempo necesario para asimilar todas las técnicas que envuelven de pequeños movimientos de brazos y piernas, a movimientos más largos y simples, de tal forma que la fuerza no sea usada en exceso.

El Aikido ¿que creamos o que creemos?



En palabras del fundador del Aikido podemos encontrar el camino de nuestra creación “El aikido es el principio de la no-resistencia.” Morihei Ueshiba.

Un camino que se encuentra lleno de falsos atajos, un camino plagado de baches y un camino que a veces olvidamos que estamos recorriendo, podemos recordar que nuestros antepasados orientales en su inmensa sabiduría daban por asumido que “lo importante no es donde se llega sino el camino que se recorre para hacerlo”.

Si partimos de la base de que el Aikido es un arte marcial, sería conveniente no olvidar durante tantos momentos lo que de esencial tiene un arte, hablo de la combinación de espíritu y conocimiento, ¿qué clase de artista basa su obra en el dominio de una serie de técnicas que no estén impregnadas de la característica propia que le da su “Ser”?. Es fácil adquirir un repertorio técnico con el que sentirnos tentados a engrandecer nuestro propio ego, es fácil que este camino en sí nos lleve hacia una felicidad imaginaria, y ¿por qué imaginaria?, podría preguntar un lector con curiosidad, fácil es responder a esta pregunta con palabras y no tanto con actitudes y comportamientos cotidianos.

¿Por qué hablar de felicidad imaginaria en este contexto?, pues bien, y para responder a la pregunta formulada, indicar que este tipo de felicidad se trata de una felicidad basada en elementos inestables, superfluos y poco duraderos. Una persona feliz no se puede medir por la felicidad provocada solo por factores externos y por ello condicionada por los mismos. No podemos ser felices de manera duradera cuando esta felicidad esté sustentada por el sentimiento de superioridad sobre otros u otras, por la posibilidad que se nos brinda de humillar a otros/as, simplemente no será duradera puesto que siempre encontraremos a alguien superior a nosotros/as en diferentes aspectos, y la infelicidad llenará nuestras vidas. De ser así, nuestro afán de superación nos hará mejorar y conseguiremos superarlo/a, y de nuevo volveremos a encontrarnos a alguien superior, sentimiento que nos llevará a la frustración, la decepción, la tristeza, la envidia..., todos ellos sentimientos incompatibles con la felicidad, esa misma que nos proporcionará la disposición necesaria para crear nuestro camino y no solo imitar el de otros.

Como vemos el/la practicante de Aikido ha decidido recorrer un camino lleno de inesperados obstáculos, conforme avanzamos en él varían su carácter, comienza con un marcado carácter físico, continúan en el aspecto psicológico, en el momento de la dificultad en el aprendizaje, y terminan convirtiéndose en obstáculos de clara tendencia social. En los diferentes momentos en nuestra evolución cada uno de ellos aparecerá en mayor o menor grado, y en nuestra manera de resolverlos se definirá el tipo de artista en el que nos convertiremos.

Por supuesto, no debemos olvidar que la superación personal no debe ser trabajada solo desde el aspecto físico, de hacerlo nuestra práctica resultaría vacía, y lo sería porque la persona que elige un arte marcial y en concreto el Aikido, ha elegido ser artista con la ayuda de otras personas y el respeto hacia las mismas no se puede olvidar en la práctica diaria, convirtiendo la misma en una actividad artística llena de bellos matices, rica en innumerables experiencias y por supuesto impregnada del sabor de compartirla con los demás, objetivos que no conseguiremos exclusivamente siendo más habilidosos/as que los demás.

Existen momentos en que olvidamos elementos tan importantes como puede ser la Honestidad (Makoto) tanto con los demás como con nosotros/as mismos/as, no deberíamos olvidar la diversidad que existe entre los seres vivos, y entre los seres humanos en concreto. Esta diversidad permite una riqueza inigualable en la práctica dado que nuestras diferencias hacen que nuestro “arte” también sea diferente al de otros/as, y no por ello ni mejor ni peor, simplemente diferente.

En ocasiones también perdemos matices en otros elementos como puede ocurrir con el Respeto (Rei), en sentido literal este término hace alusión a la etiqueta, pero quien de nosotros/as tiene claro en que momento empieza y donde termina la etiqueta, ¿no deberíamos de mantener un mínimo de Rei hacia los demás practicantes y no solo hacia aquellos/as que nos superan en habilidad o conocimientos?, ¿no deberíamos de mantenerla hacia aquellas personas que no comparten nuestro “arte”?, ¿y no sería mejor recordarla cuando nuestros sentimientos nos superan?. En el bagaje emocional de todos aparecen sentimientos como la íra, el odio, la envidia, la cólera, la intolerancia o la ignorancia, ¿y no son todos ellos sentimientos que hacen que se pierda el Rei?, yo diría que están directamente relacionados y que nuestra práctica en nuestro “arte” mejoraría sustancialmente en el momento en el que consiguiésemos reconocerlos, dominarlos y orientarlos en un flujo positivo de energía.

Uno de los aspectos de los que nos sentimos muy orgullos algunos practicantes de Aikido es el hecho de la no presencia de competición en el “arte marcial” que hemos elegido disfrutar. Aunque por desgracia este orgullo es inadecuado, y digo esto puesto que no es cierto que no exista competición, lo que realmente deberíamos de puntualizar es que no existe competición institucionalizada y reglada como en otros deportes. Por desgracia la competición impregna nuestra práctica, puesto que convertimos un arte marcial basado en la superación personal de nosotros/as mismos en un arte de superación de otros, desvirtuando una práctica con unos fundamentos llenos de virtuosidad. Si realmente pretendiésemos exclusivamente la superación personal encontraríamos muchos menos obstáculos en nuestro camino y además nos permitiría disfrutar de los maravillosos efectos positivos que provoca el Aikido en nosotros/as en toda su plenitud. Esta es bajo mi opinión, y tratando de no ser demasiado presuntuoso,  la primera “no resistencia” a la que debemos enfrentarnos, evitando mostrar resistencia hacia nosotros/as mismos/as y de este modo estar preparados para conseguir la “no resistencia con los demás.

Cual es el camino a seguir, si lo pudiésemos expresar con palabras no sería el verdadero camino, cada uno debemos de encontrar el nuestro propio y recordar que en todo caso será el adecuado, siempre y cuando no invadamos de manera inapropiada el camino de los demás.

GUILLERMO BALDERAS INFANTES