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LA ANATOMÍA DEL MAL (Adaptación del texto)


LA ANATOMÍA DEL MAL
John C. Pierrakos

Investiguemos ahora el concepto del Aikido sin fuerza muscular enfocándolo desde su opuesto, el Aikido con fuerza.

El ser humano con una práctica suave siente que la bondad de la vida consiste en la unidad entre su realidad, su energía y su conciencia. No hace mucho tiempo que un músico dijo que cuando estaba conectado con lo más profundo de su ser los movimientos de su organismo fluían espontáneamente, como si fueran ellos solos los que estuvieran tocando el instrumento. En ese caso, los movimientos son libres y coordinados y el sonido resultante es verdaderamente hermoso. Cuando alguien tiene una práctica fluida su experiencia es un continuo proceso creativo. Entonces se siente inundado de sentimientos de unidad y amor por todos los seres humanos.

Esta unidad consiste en la toma de conciencia de no ser diferente de los demás, en el deseo de ayudarles, de identificarnos con ellos, de sentir que todo lo que les ocurre también nos está sucediendo a nosotros mismos. La persona que posee una práctica fluida gobierna positivamente su movimiento y se siente satisfecho consigo mismo. En ese estado la fuerza y la rigidez están casi completamente ausentes.

El principal rasgo distintivo del Aikido utilizando fuerza muscular, por el contrario, consiste en la distorsión de la realidad –la distorsión de la realidad corporal, de la realidad emocional y de la realidad de la verdadera naturaleza de los demás y de sus acciones. El Aikido con fuerza muscular, entonces, constituye una distorsión de hechos que, en sí mismos, son naturales pero la persona no percibe sus propias distorsiones sino que siente que el trabajo mal hecho procede del exterior. Este tipo de practicante suele considerar que sus problemas, sus dificultades en el trabajo están causados por factores externos.

Una persona que está atravesando un estado psicótico, por ejemplo, considera que el mundo es hostil. Se sienta en una silla, mira las paredes y dice: «ellas son las responsables. Quieren matarme, quieren envenenarme». De este modo renuncia totalmente a su propia responsabilidad por su vida y sus acciones.

Una persona sana, en cambio, es muy capaz de hacer exactamente todo lo contrario.

¿Qué sucede en una persona con una práctica rígida? De algún modo su conciencia y sus energías se modifican. Su conciencia, por decirlo así, ha alterado el funcionamiento de su mente, lo cual, a su vez, distorsiona el movimiento natural de la vida y altera todas sus manifestaciones. Es por ello que su pensamiento se restringe y que sus sentimientos se expresan mediante el odio, la crueldad, el miedo...

El concepto reichiano de coraza podría arrojar mucha luz sobre el funcionamiento de una práctica inadecuada. Según Reich, la persona acorazada se aísla de la naturaleza y levanta todo tipo de barreras contra los impulsos vitales que brotan de su propio cuerpo. De este modo, el cuerpo acorazado se tensa y se insensibiliza parcial o totalmente a los sentimientos y a las sensaciones provenientes del interior. Entonces la persona se convierte en un sujeto ambivalente y tibio, alguien que odia sin siquiera saberlo.

Reich creía que toda entidad, todo ser humano, tiene un núcleo, un corazón, en el que se origina el movimiento pulsátil de la vida. En la persona relativamente libre ese movimiento pulsatorio puede alcanzar fácilmente la periferia sin perturbaciones y entonces el sujeto se expresa, se mueve, siente, respira y vibra naturalmente. En la persona acorazada, en cambio, entre el núcleo y la periferia parece existir una especie de línea Maginot. En este último caso, cuando los impulsos vitales chocan con las fortificaciones de la coraza la persona se aterroriza y no piensa más que en suprimirlos porque teme que si lograran emerger a la superficie correría el peligro de ser aniquilado. Para él las sensaciones son peligrosas, perturbadoras y perjudiciales. De este modo, cuando los impulsos agresivos que surgen de ese núcleo golpean la coraza el individuo tiembla de miedo y, en el caso de que consigan atravesar esa especie de línea Maginot, está completamente aterrado porque no puede aceptar sus sensaciones, porque no puede tolerar el movimiento y la vida que brotan de su interior, porque no puede soportar el dulce ronroneo de la emoción, el vibrante latido del amor y, consecuentemente, reacciona en contra de la vida, en contra de los demás y en contra de sí mismo. Este sujeto no llega a darse cuenta de que lo verdaderamente aborrecible y odioso es su coraza corporal, ese estancamiento que le aleja del núcleo mismo de la vida.

“La coraza escinde al ser humano y separa a la mente del cuerpo, al cuerpo de las emociones y a las emociones del espíritu.”

La coraza puede terminar convirtiendo a un ser humano en un místico que ignora que Dios está en su interior. Para él Dios es alguien que está «fuera» y, consecuentemente, se dice: «Si rezo me purificaré y de ese modo resolveré todos mis problemas». Pero esto es imposible porque quien pretende dedicarse a lo espiritual sin haber trabajado sus facetas negativas -sus defensas y sus resistencias egoicas- quizás consiga volar alto como Icaro pero cuando se aproxime al ardiente sol se desplomará pesadamente de nuevo en el mar -en el mar de la vida- donde terminará ahogándose. Sólo podemos acceder a la creatividad y al espíritu después de haber trabajado para superar los obstáculos que nos presenta la vida.

Por otra parte, la coraza corporal puede transformar a la persona en un monstruo de crueldad. En tal caso el individuo se aterroriza porque cree que si percibiera sus verdaderos sentimientos podría perecer aniquilado.

¿Qué puede hacer un ser humano acorazado para eliminar todas estas barreras? Según Reich, no sólo hay que reconocer nuestros aspectos racionales sino que también hay que aceptar aquellos otros que no lo son tanto. Nuestra irracionalidad es algo muy importante. Deberemos, pues, admitirla, conocerla y expresarla.

En ella también está presente el flujo del río de la vida. Si nos aislamos totalmente de lo irracional nos convertimos en alguien pedante y mortecino. Esto no significa, sin embargo, que nuestra conducta deba ser siempre irracional sino tan sólo que debemos aceptar la irracionalidad, tomar conciencia de la energía que hemos investido en ella, desactivarla y comprender cuáles son los obstáculos que hemos erigido para impedir el flujo vital que genera esa irracionalidad. Reich también afirmaba que debemos expandir las fronteras de nuestro pensamiento y abandonar la visión dual que concibe al mundo como una antítesis entre Dios y el diablo.

La visión de la práctica de Aikido sin fuerza muscular no es algo intrínsecamente diferente de la energía y de la conciencia. La práctica de Aikido con fuerza muscular es una creación del psiquismo humano y sólo se manifiesta dentro de los límites de ese dominio.

¿Pero qué significa el Aikido con fuerza muscular con respecto a la energía y a la conciencia? En términos energéticos podríamos decir que constituye una forma de enlentecimiento, una disminución de la frecuencia, una especie de condensación. La persona se siente pesada, atada, inmovilizada. Cuando sentimos odio, resentimiento, miedo o cualquier otra cosa negativa nos sentimos muy pesados. En el caso contrario nos sentimos vibrantes y pletóricos de energía.

Por otra parte, cuanto menor es la frecuencia del movimiento mayor la distorsión de la conciencia y viceversa. Cuanto más pesados y negativos estamos menor es nuestra creatividad, nuestra sensibilidad y nuestra comprensión hasta que llega un momento en el que se detiene el movimiento y nos quedamos estancados en la cabeza. Entonces todo movimiento se bloquea y todo pierde importancia.

La religión y el resto de sistemas morales organizados ha calificado a las actitudes negativas -el odio, la desilusión y el resentimiento, por ejemplo- como simple maldad. Desde esta perspectiva la religión considera que esos estados y sus manifestaciones conductuales son el simple resultado de una conciencia distorsionada de lo que es bueno y de lo que es malo.

La Biblia recoge una afirmación de Jesús que, a mi juicio, es muy importante. Hablando a sus discípulos dijo: «No os resistáis al mal» (Mateo 5,39). Pareciera que la misma resistencia fuera el mal ya que cuando no existe resistencia alguna la energía no encuentra obstáculos a su paso y fluye pero cuando aparece alguna resistencia el movimiento disminuye, regresa y se detiene. La resistencia sofoca las emociones, disminuye el movimiento de la energía y anula los sentimientos. Esta resistencia tiene su origen en un mecanismo del pensamiento -que no tiene que ver con el pensamiento abstracto sino con el pensamiento organizativo- la cautela.

Del mismo modo que en una dimensión cósmica la conciencia es responsable del flujo energético del universo, en el ámbito de lo humano es la responsable del flujo energético del organismo. Pero «responsable» no quiere decir «culpable». En la práctica del Aikido debemos evitar avergonzar al individuo por sus acciones negativas y sus contenidos inconscientes. Para nosotros se trata más bien de la simple consecuencia de un estado dinámico generado por algo de lo que el individuo no es consciente y, por consiguiente, no puede ser culpado por ello. Cuando la conciencia es negativa la persona se resiste a la verdad. Ciertas resistencias son conscientes y, en tal caso, la persona elige deliberadamente utilizarlas. Un hombre que se sienta herido por su esposa puede elegir entre abrirse al sentimiento del amor y el perdón o seguir con sus sentimientos negativos y destructivos hacia ella. Pero, aunque muchas de nuestras acciones sean deliberadas otras, en cambio, no lo son y en tal caso el individuo no es responsable de sus acciones.

El mal, entonces, es algo mucho más profundo que lo que nos dicen los códigos morales. El mal es la antivida. La vida, por su parte, es una fuerza dinámica y pulsátil, la vida es energía y conciencia que se manifiesta de muy diversas maneras. El mal sólo existe donde hay resistencia a la vida.

“La resistencia es, pues, la manifestación de lo que llamamos mal. Es esta distorsión de la energía y de la conciencia la que origina el mal.”

Adaptación de texto extraido de capítulo con el mismo título del libro Encuentro con la Sombra de Carl Jung.

Extracto de Introducción de “Aikido” – Tamura Noboyushi, 1986

“Aikido” – Tamura Noboyushi, 1986


Para comprender la cosmogénesis, podemos de una manera indiferente recurrir a la tradición, o a la ciencia moderna, pues en efecto, tanto la una como la otra conducen al mismo punto: al punto paradoxal, donde se unen lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño. Recurriendo a una obra literaria, por ejemplo, se pueden observar dos actitudes: la del lector que se contenta con leer el libro e instruirse y la del autor, creador de la obra.

Si bien es posible dividir el Todo para analizarlo parte por parte, es imposible con cada parte reconstituir el Todo. Un tazón roto, aunque sea pegado tan perfectamente como sea posible, jamás será el mismo. Reconstituida perfectamente, una hoja cortada en trozos, jamás volverá a estar viva.

El hombre ha salido en un principio del Gran Universo y en tanto que tai, participa de la vida de este Universo; es fragmento del Universo y este fragmento no puede conocer la totalidad del Universo, porque la fuerza de conocimiento que le empuja a saber no es de su propiedad, sino que pertenece al Universo. Sin embargo, el hombre que rechaza el ego y se une a la totalidad se convierte en Universo, respira con el Universo. Convertido entonces en totalidad, puede conocerse.

Desde siempre, la educación japonesa tiende a la realización de esta unión.

"Conócete a ti mismo"
 ¿hay alguna cosa más simple y a la vez más difícil?

¿No se puede decir que, puesto que el hombre no se conoce, la humanidad está corrompida y que de este cuerpo corrompido, se escapan los humores purulentos que son las querellas, las crisis, el odio, la guerra? El deber más urgente para la educación es el inculcar a los hombres el conocerse a sí mismos. Creo que la educación japonesa tradicional estaba orientada en este sentido. Sería bueno, quizás el buscar para reencontrar esta tradición, el situarla en plena luz y el confrontarla con la educación actual para el mejor bien posible.

Conocerse a si mismo, significa que cada uno de los elementos que forman la totalidad conoce su especificidad y vive al máximo de su potencialidad, y que por lo mismo hace vivir a la totalidad. Lo que quiere decir que estos elementos proceden de la totalidad; que los elementos no tienen vida fuera de la totalidad y que ésta no existe sin los elementos que la constituyen.

Si digo: "El Universo estaba ahí", es porque una parte del Universo existía, y yo, que soy una parte del Universo, estaba ahí. Si ver el comienzo de los seres implica alguien que ve y alguien visto, esto significa que hay dos mundos. Es una contradicción de la que hay que tomar conciencia.

O Sensei dice "No tengo enemigos. Hago mi respiración de la respiración del Cielo y de la Tierra. La estructura del Universo esté en el interior de mi cuerpo. Cuando tomo un sable, el sable y yo no hacemos más que uno". O Sensei habla así a menudo, empleando fórmulas parecidas para explicar su sentimiento de unidad con el Universo, la conciencia de la existencia de las estructuras del Universo presentes en el. Se notaba que vivía este estado.

Ahora que tenemos una idea de lo que es "Bu", es preciso saber cual es su finalidad. El sentido general de Bu, es el de desarrollar su propia potencia de proteger el cuerpo, de abatir al adversario, etc.,
O Sensei dice:

 "Construir y formar hombres verdaderos, auténticos, sinceros son los fines de Bu".

¿Pero que es un hombre verdadero, auténtico, sincero? Es un hombre que trabaja con sinceridad, que modela su cuerpo y su espíritu para desarrollarlos, reforzarlos, realizar su unión para alcanzar la unificación total, volverse sin fallos, vigilante y despierto. ¿Como obtener este resultado? Guardando conciencia de que la vida es un momento de excepción, abordando el entrenamiento bajo la forma de grandes pruebas, momentos excepcionales, de una ruda ascesis: errando por la frontera de la vida y la muerte para finalmente situarse más allá de la vida y de la muerte.

Cara a la muerte, cualquiera que sean las dificultades, es preciso, cotidianamente, permanecer tranquilo, impávido, sonriente. Alcanzado este estado, aparece el hombre verdadero que ha practicado Bu. Habiéndose vuelto un hombre verdadero, si creemos haber alcanzado Bu, nos equivocamos, porque siempre hay un más allá. Sin embargo, hace falta primero llegar al estado de hombre verdadero, tomar conciencia de la verdad del Universo, poder hacerla aparecer y experimentarla. Dicho de otra manera, para regir el Universo; hay que concertar la respiración con el soplo del Universo, hay que tomar en uno mismo, en el mismo vientre, la sociedad.

Después, según las palabras de O Sensei: "Regir el mundo, volver a poner en la vía aquello que se aparta de la ley del Universo, propagar la vía para mostrar la verdad'. Más simplemente, por Bu, que es una práctica que está en la frontera de la vida y de la muerte, realizamos la unidad del cuerpo y del espíritu; aparece entonces el hombre verdadero, iluminado, impávido que se sitúa a partir de ahora más allá de la Vida y de la muerte, capaz del juicio justo, por lo tanto capaz de regirse como de regir el mundo.

Tal es la finalidad de Bu. Si reemplazáis Bu por Aikido, comprenderéis entonces lo que es el Aikido, y su finalidad. Es lo que hay que saber antes de comenzar el estudio del Aikido. Si lo ignoráis, os apartaréis cada vez más de la finalidad fundamental a medida que avancéis en vuestro trabajo. Es una verdad que debéis guardar constantemente en lo más profundo de vuestro corazón.

O Sensei dice que la sociedad está gobernada por los hombres; que el Universo existe porque el hombre existe; que si cerráis los ojos, todo desaparece, que si os desembarazáis de vuestro ego y de vuestros deseos, el Universo entero os pertenece. Se dice que la vía que conduce a este espíritu, confundiéndose con la vía del cuerpo, da lugar al nacimiento del Aikido. Ya que O Sensei lo dice, yo digo y pienso, que es ahí donde comienza el Aikido.

O Sensei dice incluso: "El Aikido es una manifestación de la Verdad. "El Aikido es el camino que une a los hombres, que los trae a la unión; por lo mismo, cualquiera que sea el arma que ataque, el Aikido conduce a la unión con el arma". "El Aikido apacigua la cólera por la risa", El verdadero Aikido no puede ser de otra manera. O Sensei se sirve a menudo de este poema para explicar brevemente el Aikido:

¡OH! La belleza
De las formas de este Universo
Que el Creador ha concebido como una sola casa
Si entendéis lo que acaba de ser dicho y escrito
y lo integráis en vuestra práctica del Aikido,
¿no comprenderíais mejor y más rápidamente lo que es el Aikido?

Menos Filosofía y más Virtud. ¿¿Filosofía Oriental u Occidental??


Aunque el cuerpo entero de espartanos y tespios demostró un extraordinario valor, sin duda el más bravo de todos ellos fue el espartano Dienekes. Se dice que, en la víspera de la batalla, un tracio le contó que los arqueros persas eran tan numerosos que cuando lanzaban sus andanadas la masa de las flechas ocultaba el sol. Dienekes, sin embargo, en modo alguno intimidado ante la perspectiva, comentó con una carcajada: «Bien. Así podremos luchar a la sombra».

HERODOTO, Historia

Toda mi vida —empezó a decir Dienekes— me ha acosado una pregunta: ¿qué es lo opuesto al miedo?.  Llamarlo aphobia, sin miedo, carece de significado. No es más que un nombre, tesis expresada como antítesis. Llamar al opuesto del miedo sin miedo es no decir nada. Yo quiero conocer su verdadero re­verso, como el día lo es de la noche y el cielo de la tierra.

—Expresado como positivo —aventuró Aristón.

—¡Exactamente! —Dienekes miró al joven a los ojos en señal de aprobación. Se interrumpió para examinar la expresión de ambos jóve­nes. ¿Escuchaban? ¿Les importaba? ¿Eran, como él, auténticos estu­diantes de ese tema?

—¿Cómo conquista uno el miedo a la muerte, el más primordial de los terrores, que reside en nuestras células, como en toda la vida, en las bestias y en el hombre? —Señaló hacia los perros—. Los perros en manada encuentran valor para atacar a un león. Cada perro conoce su lugar. Teme al perro que es superior a él y aparta el miedo al que es inferior. El miedo conquista al miedo. Así es como lo hacemos los espartanos, contrapesando el miedo a la muerte con un miedo mayor: el del deshonor. De la exclusión de la manada.

Suicidio aprovechó este momento para arrojar las sobras a los perros. Éstos se lanzaron con furia a la comida y el más fuerte cogió la parte del león.

Dienekes sonrió sombríamente.

—Pero ¿esto es valor? ¿No es actuar por miedo al deshonor, en esencia, actuar por miedo?

Aléxandros preguntó adónde quería ir a parar.

—A algo más noble. Una forma superior del misterio. Pura. Infa­lible.

Declaró que en todas las demás cuestiones, se puede buscar la sa­biduría de los dioses.

—Pero no en asuntos de valentía. ¿Qué tienen que enseñarnos los inmortales? Ellos no pueden morir. Sus espíritus no están alojados, como los nuestros, en esto. —Se señaló el cuerpo, la carne—. La fábri­ca del miedo.

Dienekes volvió a mirar a Suicidio y luego de nuevo a Aléxandros, a Aristón y a mí.

—Vosotros los jóvenes imagináis que los veteranos, con nuestra larga experiencia de la guerra, hemos dominado el miedo. Pero lo sen­timos con tanta fuerza como vosotros. Más, porque tenemos más ex­periencia íntima de él. El miedo vive dentro de nosotros veinticuatro horas al día, en nuestros nervios y nuestros huesos. ¿Digo la verdad, amigo mío?

“Remendamos nuestro valor allí donde estamos, con retales y harapos. La mayor parte la sacamos de lo que es la base. El miedo a deshonrar la ciudad, al rey, a los héroes de nuestro linaje. El miedo a demostrar que no valemos nada ante nuestras esposas e hijos, nues­tros hermanos, nuestros compañeros de armas. Por mi parte, conozco todos los trucos de la respiración y la canción, los pilares del tetrathesis. Las enseñanzas de la phobologia. Sé cómo pelear con un hombre, cómo convencerme de que su terror es mayor que el mío. Quizá lo es. Tengo cuidado de los soldados que sirven a mi mando y procuro olvidar mi propio miedo en bien de su supervivencia. Pero siempre está ahí. Lo más que he llegado a acercarme es cuando actúo pese al terror. Pero tam­poco es eso. No es éste el tipo de valor del que hablo. Tampoco es una furia bestial o el pánico que despierta nuestro instinto de supervivencia. Esto es katalepsis, «posesión». Una rata la tiene igual que un hombre.”

Observó que a menudo los que tratan de vencer el miedo a la muerte predican que el alma no expira con el cuerpo.

—Para mí eso es fastuosidad. Espejismos. Otros, sobre todo bárba­ros, dicen que cuando morimos pasamos al paraíso. Yo les pregunto: «Si de verdad lo creéis, ¿por qué no hacéis algo para acelerar vuestro pro­pio viaje?»

»Aquiles, cuenta Homero, poseía verdadera andreia. Pero ¿era así?. ¿Vástago de una madre inmortal, sumergido cuando era un niño en las aguas de la laguna Estigia, consciente de que, salvo por su talón, era invulnerable? Los cobardes serían más escasos que los peces con plumas si todos lo supiéramos.

( parte del entrenamiento de los espartanos iba dirigido a la pérdida del miedo, o más bien al control de los efectos que producía el miedo, se buscaba la esoterike harmonía, el estado de serenidad que los ejercicios de phobologia tienen que producir. Como una cuerda de cítara que vibra con pureza y emi­te sólo la nota de la escala musical que le corresponde, así el guerrero individual debe despojarse de todo lo que es superfluo en su espíritu hasta que él mismo vibra en esa sola nota que su daimon individual le dicta. La búsqueda de este ideal, en Lacedemonia, prosigue en el cam­po de batalla, más allá del miedo; se considera la suprema encarna­ción de la virtud, andreia, de un ciudadano y hombre.)

Aléxandros preguntó si alguien en la ciudad, en opinión de Dienekes, poseía esa auténtica andreia.

—De todos los lacedemonios, nuestro amigo Polínices es el que se acerca más. Pero incluso su valor me parece insatisfactorio. Él no pe­lea por miedo al deshonor, sino por ambición de gloria. Esto quizá sea noble, o al menos nada ruin, pero ¿es auténtica andreia?

Aristón preguntó si ese gran valor en realidad existía.

—No es ningún fantasma —declaró Dienekes con convicción—. Yo lo he visto. Mi hermano Iatrocles lo poseía en algunos momentos. Cuan­do hacía gala de él, yo lo miraba sobrecogido. Irradiaba, era sublime. En aquellas horas no peleaba como un hombre sino como un dios. Leónidas en ocasiones lo posee. Olimpios no. Yo tampoco. Ninguno de los que estamos aquí lo poseemos. —Sonrió—. ¿Sabéis quién posee esa forma pura de valor más que nadie a quien yo haya conocido?

Nadie en torno a la fogata respondió.

—Mi esposa —dijo Dienekes. Se volvió a Aléxandros—. Y tu madre, Paraleia. —Volvió a sonreír—. Eso nos da una pista. Sospecho que la clave de ese valor superior radica en ser mujer. Las palabras mismas que describen el valor, andreia y aphobia, son femeninas. Quizá el dios que buscamos no es un dios sino una diosa. No lo sé.

Se veía que hablar de esto le hacía bien a Dienekes. Dio las gra­cias a sus oyentes por permanecer tan callados.

—Los espartanos no tienen paciencia para estas preguntas. Re­cuerdo que una vez le pregunté a mi hermano, en una campaña, un día en que él había peleado como un inmortal. Yo estaba loco por saber qué había sentido en aquellos momentos, cuál era la esencia de lo que había experimentado. Él me miró como si me hubiera vuelto loco. «Menos filosofía, Dienekes, y más virtud.»

Se rió.

—¡Y nada más!

¿¿¿ Miedo ???

Por mi parte solo puedo decir que el texto de Puertas de Fuego (pincha para leer el texto) nos sirve de reflexión sobre la importancia del miedo en todo lo que hacemos, Teresa de Calcuta consideraba, y que yo comparto, que el mayor obstáculo es el MIEDO. Miedo a fracasar, miedo a lo desconocido, miedo a lo conocido, miedo a perder algo, a alguien, en alguna cosa que nos propongamos, y tantos otros. Y según la psicología cognitiva, o conductual, no me acuerdo bien, todos nos movemos, en la búsqueda de la superación personal a través de dos impulsos:



1. Miedo al fracaso o 

2. Afán de logro, como podemos encontrar también en este pasaje del libro.



A mi modo de ver nuestra educación, a través de nuestros padres y resto de familiares, nuestro entorno, nuestro centro educativo, nuestros amigos y amigas, y demás factores que influyen en ella, van consiguiendo que llenemos la mochila del miedo que llevamos a cuestas para el resto de nuestra vida,  si no hacemos nada para vaciarla. Esta carga nos pesa, no nos deja avanzar con la fluidez que lo haríamos si no la tuviésemos, pero no podemos descargarla de una vez, debemos de ir sacando piedra a piedra, e incluso algunas piedras deberemos fragmentarlas para que salgan poco a poco.



Por suerte para todos la vida nos da las herramientas necesarias para hacerlo, lo que ocurre que a veces no queremos utilizarlas, muchas de ellas por MIEDO, un miedo a perder ese peso y que no sepamos andar sin él. Otras veces no sabemos utilizarlas, y necesitamos ayuda para conseguirlo, esta ayuda se expresa de diversas maneras, en mi caso me ha llegado, entre otras, a través de la práctica de un arte marcial, EL AIKIDO. El Aikido puede conseguir que tomemos conciencia de esos miedos, de esas piedras, de ese lastre que llevamos a cuestas, y puede conseguir que tomemos la determinación de que queremos perderlo, y puede conseguir dar las herramientas para extraer estas piedras de la mochila, y podemos a través de una práctica continuada, rigurosa y respetuosa descubrir como usar esas herramientas.



Como encontramos en el diálogo de Dienekes, el más básico de los miedos, que se encuentra impreso en nuestras células es el Miedo a perder la Vida, apareciendo el instinto de supervivencia, pero como él indica, cuando luchamos por nuestra vida no estamos en una situación donde desaparezca el miedo, sino que es una situación donde el Miedo se exterioriza y nos hace actuar, pero lo hace como indica el autor en un estado de katalepsia, de “posesión”, no de LIBERTAD, de liberación del mismo.



A lo largo de mi vida el único instinto que genera esa pérdida de este miedo, que me atrevería a decir que es el único miedo justificado, es cuando un Padre o una Madre sienten que peligra la vida de un hijo e incluso alguien hacia un ser querido, y se despojan del mismo para salvar la vida de otro, y aquí encuentro yo la clave, pues el opuesto del Miedo, podríamos encontrarlo en el AMOR, pero este sería un AMOR INCONDICIONAL, y se puede deducir que si este tipo de Amor es capaz de suprimir este miedo, debería de poder suprimir cualquier tipo de miedo, por lo cual la búsqueda quizá deberíamos llevarla en este sentido, para que tanto en nuestra vida como en nuestra práctica de Aikido podamos sacar cada vez más piedrecitas de la mochila y avanzar más ligeros. Quizá sería interesante intentarlo como indicaba Iatrocles, hermano de Dienekes a través de “Menos filosofía y más virtud”. Nada más.



Tras estas palabras quiero agradecer a Gilles, por haberme colocado en este camino y por haberme descubierto un modo de extraer piedras, a Rafael Tejero por continuar con el testigo dejado por el mismo, a Luis Mochón por ser el actual portador del testigo, a Mario Vega, por ser el inspirador de estas conclusiones, y a todos aquellos compañeros y compañeras tanto del Aikido como de fuera que han soportado y ayudado a que hoy posea menos piedras que en el pasado, y colaboran a que sigan desapareciendo.


¿ Y por qué no?

Últimamente se me acerca mucha gente a preguntarme que cual de las artes marciales que conozco es más efectiva, que cual practicaría para complementar el Aikido, y es en ese momento en el que descubro la grandeza del ser humano.

Claro, muchos os preguntaréis porque indico la grandeza y no todo lo contrario y es sencillo, pues la pregunta nos lleva a la respuesta y la respuesta es BUDO.

El Budo es el camino que nos lleva a la respuesta a esta pregunta, y lo es porque es del todo inevitable darse cuenta de que cualquier arte marcial que se practique como un Budo es la más efectiva y por supuesto completa totalmente. No necesita de otras disciplinas para completarse y que un artista marcial se lo plantee hace que menosprecie la sabiduría de todos aquellos maestros que han dedicado su vida a esa vía.

La cuestión es que entonces, ¿ el Budo que practicas es el mejor?, y volvemos a la grandeza, pues que es mejor o peor, quien lo sabe, quien puede afirmarlo categóricamente, quien es ese ser que puede determinar lo mejor para cada uno de los seres vivientes, y para cada persona en concreto en todas las etapas de su vida.

Apoyándome en la enseñanza de grandes maestros, podríamos decir que lo que hace que le Budo que practica alguien sea mejor o superior al que practica otra persona es simplemente eso, la persona, las características de la misma, el buen uso que haga de las mismas y sobre todo el uso que haga de la sabiduría, conocimientos y movimientos que le otorga un Budo. Este será una vía de perfección, que nos llevará a ser mejores que nosotros mismos a cada momento y debemos preguntarnos si en el momento que esto se pierda, ¿será el momento en el que nos estamos saliendo del Camino?.

Continuación de Maestros de Artes Marciales

En general, tanto en China como en Japón se creó la imagen del gran maestro (humano o duende) de artes marciales, que se había desvinculado del mundo establecido, y cuyas técnicas marciales eran poderosísimas. Estos maestros solamente aceptarían como discípulos a gente cuyo corazón fuera bueno, y sus motivos, puros. La rebeldía del discípulo (usualmente, un joven) se iría diluyendo al alcanzar los conocimientos de su maestro. El romanticismo que emana de estos relatos orientales todavía emociona a los chinos y a los japoneses, aunque ahora las historias ya no son relatos de los ancianos, sino del cine, la televisión y el cómic.


Las artes marciales en Oriente siempre han sido una cuestión de interacción entre maestro y alumno. El alumno solía ser el ayudante, sirviente y compañero de aventuras de su maestro. Claro está, cuando las enseñanzas se daban en un RYÛ (o en su correspondiente chino), los alumnos solían vivir en él, tener pocas aventuras y tener que servir mucho. Las lecciones ocupaban poco tiempo, y el alumno tenía que hacer mucho entrenamiento propio que servía para interiorizar totalmente las "llaves" (los KATA) que se le iban enseñando. Recordáis aquello de "Nada más te enseñaré por hoy. Vacía tu mente de preguntas" ??? Así eran los entrenamientos en artes marciales.


El componente espiritual de las artes marciales no es necesario decir de donde sale. Decir "artes marciales" es decir "KI" . Todos los maestros conocían este concepto y creían firmemente que gracias a su técnicas se conseguía el dominio (parcial o total) de sus poderes. La meditación y la oración eran muy importantes para conseguir la necesaria armonización con la Energía Universal, además del entrenamiento propiamente dicho. Todos los maestros practicaban activamente el Budismo, el Sintoísmo o el Taoísmo.


Y es que, dentro de las artes marciales se diferencia perfectamente lo que son las simples técnicas marciales (JUTSU, en japonés) de la vía tanto marcial como moral que eran las artes marciales (DÔ, en japonés). Así se puede comprender que las técnicas marciales existentes hasta mediados del siglo pasado en Japón, se conocieran como JÛ-JÛTSU, mientras que el arte marcial creado por el Ô-SENSEI (gran maestro) JIGORÔ KANÔ basándose en esas técnicas sea el JÛ-DÔ. El JÛ-DÔ bien entendido no es sólo un conjunto de técnicas marciales, sino un verdadero código moral de conducta. Precisamente porque no había término para llamar a las vías marciales y morales (Sólo existía el término JÛ-JUTSU, pero era para las técnicas, solamente, como hemos dicho), se creó la palabra BÛ-DÔ ("Vía del guerrero"). El AIKI-DÔ, el arte marcial más espiritual y más preocupado por los temas morales, se considera el máximo sucesor del BÛ-DÔ.

La moral que subyace a todas las artes marciales es sencilla en palabras, pero difícil en la práctica: la DEFENSA. El practicante no debe nunca atacar, sino defenderse y defender la paz y la vida. "Si se empieza a pelear, hay que ganar, pero pelear no es el objetivo. El arte marcial es el arte de la paz, y el arte de la paz es el más difícil: Vencer sin pelear", según las palabras de uno de los maestros de artes marciales del Japón de este siglo(Ueshiba, Morihei). Esto lo entendieron perfectamente los monjes SHAOLIN, los primeros verdaderos practicantes de las artes marciales, cuando vieron el mal uso que algunos malos monjes dieron a las técnicas marciales. Igual que la mayoría de las técnicas marciales nacieron de SHAOLIN, el código ético también dio sus primeros pasos después de aquella lección.

Según la tradición "Los grandes maestros nunca explican con palabras lo que saben, y un alumno debe llegar a su más alto grado de posibilidades por su sola intuición interior; debe actuar mucho más con el espíritu que con las manos, y presentir lo que está de acuerdo con la armonía universal de las cosas. El que se convierte en maestro capta esta armonía como una especie de música inherente a su ser. Por eso, un gran maestro no puede nunca librar un combate con sentimientos de rabia o de odio; debe estar incluso por encima del deseo de ganar o del miedo a morir, y su estado interior debe ser, pase lo que pase, como agua en calma. La espada que corta rompe la desarmonía que hay en él, y el propio maestro no ha matado a nadie, es el adversario quien se ha hendido con su espada". Estas palabras del experto francés en artes marciales, MICHAEL RANDOM (LA ESTRATEGIA DE LO INVISIBLE. Eyras, 1988), sirven de perfecto remate a este epígrafe, ...

Maestros de artes marciales desde Star War

Estos maestros eran caracterizados como viejos ermitaños, que se solían mostrar huraños o locos ante la gente con la que se encontraban, pero que cuando se encontraban con el protagonista, acababan viendo su buen corazón y enseñándoles sus técnicas marciales secretas (Hay que tener en cuenta que el protagonista de estos relatos solía tener alguna venganza entre manos, para la cual esas técnicas marciales resultaban muy útiles), mostrando así tanto su gran inteligencia como su gran poder.

En general este esquema de relato popular ha sido muy usado en China, y todavía es la base para la mayoría de los guiones del cine y del cómic chino de artes marciales. Por otra parte, este estereotipo no nos puede ser más conocido, pues es la viva imagen de Yoda.

En Japón, como en China, este estereotipo también tiene mucha fuerza, como veremos. En el archipiélago, a las primeras técnicas marciales creadas por los SÔHEI se les unieron las técnicas que llegaron posteriormente de China durante el KAMAKURA JIDAI (1185-1333) y se fueron estructurando así las artes marciales japonesas (El BUDÔ y el JÛ-JUTSU) que se diseñaron primeramente para el uso de los SAMURAI. Así se formaron las primeras RYÛ, las escuelas japonesas de artes marciales, que nacieron auspiciadas por los DAIMYÔ, los señores feudales, para entrenar a sus guerreros SAMURAI, o también por los templos y santuarios religiosos (budistas y sintoístas) para que sus monjes pudieran defenderse de los enemigos (Aunque no eran "monjes guerreros" como los SHAOLIN o los SÔHEI, la mayoría de los religiosos nipones tenían cierta formación en artes marciales para poder enfrentarse con los peligros que había en un país tan inseguro como el Japón de esas épocas).

Cuando el Japón fue pacificado después de los esfuerzos de gente como NOBUNAGA (que ya conocemos como el destructor de los SÔHEI), se inició la EDO JIDAI (1600-1868) donde muchos SAMURAI se convirtieron en RÔNIN, al quedarse sin señor al que servir. Una de las ocupaciones de estos RÔNIN fue la de profesor de artes marciales, fundándose así muchas nuevas RYÛ por todo Japón. De hecho, la época EDO es muy popular por los enfrentamientos entre RYÛs (o entre MAESTROS, si estos no tenían escuela propia) para ver quién tenía mejor estilo de lucha. Esto último nos permite entender porque en el Japón de esas épocas, por los caminos se podían encontrar RÔNIN y monjes, cuyas habilidades marciales eran impresionantes.

Así es como en la imaginación supersticiosa del Japón rural se fueron formando incontables leyendas y relatos sobre extraordinarios seres con enormes poderes y gran maestría en las artes marciales. Los NINJA (espías y asesinos profesionales), por ejemplo, se aprovecharon de toda esa imaginación, y se rodearon del halo de misterio que todavía los envuelve en Oriente y Occidente. Por otro lado, ciertos monjes ermitaños que practicaban las artes marciales dieron origen a las leyendas de los TENGÛ, unos demonios que vivían en los grandes bosques y que se les suponía un total conocimiento de las artes marciales (y, por lo tanto, unos inmensos poderes). Estos TENGÛ serían los maestros de algunos personajes (míticos o históricos) en materia de artes marciales, según los relatos populares nipones. Yoda también podría pasar por un TENGÛ.

En general, tanto en China como en Japón se creó la imagen del gran maestro (humano o duende) de artes marciales, que se había desvinculado del mundo establecido,... 

Artes Marciales desde Star Wars (La Guerra de las Galáxias)

YODA Y LOS MAESTROS DE ARTES MARCIALES
Antes de empezar a hablar sobre los maestros de artes marciales, debemos comentar que el nombre de Yoda es un nombre japonés normal y corriente (También puede encontrarse como apellido). De hecho, existe la anécdota de un sociólogo americano que no se creía que un colega japonés se llamaba Yoda. Obviamente, creía que era una broma.
Nuestro Yoda no es sociólogo, sino que es el estereotipo perfecto de los maestros de artes marciales orientales. Empecemos de nuevo en la China de los primeros monjes SHAOLIN, cuando las artes marciales empezaron a florecer. Allí, los monjes se convirtieron en los primeros maestros de artes marciales, cosa que era de capital importancia dentro de la orden, pues se estructuraba sobre la maestría en los artes marciales: Los grados SHAOLIN eran APRENDIZ, DÍSCIPULO y MAESTRO, y ser MAESTRO significaba tener unos conocimientos enormes en técnicas marciales (De hecho, para pasar de un grado a otro había que pasar unos exámenes. . . de ARTES MARCIALES). Los templos de SHAOLIN sirvieron, además, como academias de artes marciales que enseñaban a los militares, a los cortesanos y a otras gentes, lo que permitió que esos alumnos, una vez acabada su formación, crearan sus propios estilos, diferentes a los de los monjes. Así pudieron aparecer otras escuelas de artes marciales y los maestros que preferían vivir retirados en las montañas y en los bosques, alejados de la civilización y viviendo como ermitaños. En los relatos populares chinos nos podemos encontrar con mucha frecuencia a estos últimos, seguramente por el misterio que les rodeaba.
Estos maestros eran caracterizados como viejos ermitaños, que....., continuará