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METÁFORA DE LA ESCUCHA


Reflexionando sobre lo que últimamente he empezado a captar del Aikido, y a través de las enseñanzas de los maestros a los que tengo la suerte de disfrutar, como son Luis, Matti, Ariga o por supuesto y no menos importante Endo sensei, he empezado a llegar a una conclusión que me gustaría compartir.

        Todos estos maestros, aunque también otros, comparten la idea de que el Aikido es ESCUCHAR. Sí, escuchar a través del contacto con el otro, a través del punto de conexión con el otro, y sobre todo escuchar a alguien que nos está transmitiendo algo, en este caso a través de una comunicación corporal, no oral.

        Estamos acostumbrados a escuchar con los oídos, y quizá utilizar la metáfora de cómo escuchamos con los oídos me ha servido para entender un poco más la práctica del Aikido. Digo esto pues cuando entablamos una conversación con otra persona nada está predefinido, ninguno de los dos sabe que va a decir, cuando o como, todo va apareciendo en función de las palabras y las reacciones de uno y otro. Por tanto podemos decir que se mantiene LIBERTAD en este proceso de comunicación. 

     En el momento que se pierde esta Libertad no mantenemos una conversación, sino que damos un discurso, esperando que al otro le interese lo que comunicamos, independientemente de que el opine de un modo u otro, le guste más o menos lo que decimos, independientemente de que quiera o no quiera intervenir en el proceso.

        En la práctica de Aikido esta es la tendencia que yo intento seguir (la Libertad), la búsqueda de utilizar el vocabulario que me han enseñado (técnicas, ki-musubi, kimochi, centro,…), para comunicarme con la otra persona y deseando llegar al momento en el que no tenga que pensar en ellas para utilizarlas, al igual que lo hago al hablar con alguien, pues creo que este es el camino para encontrar la LIBERTAD en mi práctica, y sobre todo en mi vida.

        Pero en un proceso de comunicación, ya se sabe, se necesita un emisor y un receptor, por lo que una persona que tiene un vocabulario muy amplio, y un profundo conocimiento de la comunicación (cinética, kinesia, proxémica, paralenguaje, conducta táctil…),  no siempre es un gran comunicador pues necesitamos llevar todo ello a la interpretación de la reacción del receptor, de la persona que está al otro lado del canal de comunicación. En el momento que no lo tenemos en cuenta aparece una persona a la que le gusta dar charlas, no charlar, aparece un pedante que intenta demostrar cuanto sabe, no un maestro que intenta mostrar lo que contiene para que sirva de guía a quien lo quiere aprender.

Y que me perdonen las personas a las que les gusta dar charlas, pues no es mi intención cuestionar sus métodos. Con lo dicho solo pretendo compartir una manera de llevar a cabo la práctica diaria, bien sea con un alumno/a, bien sea con un compañero/a, pues todos somos a la vez aprendices y maestros, bien intencionadamente o de forma involuntaria.

Dicho esto continuo con mi metáfora, pues en la práctica diaria buscamos comunicación, no transmisión unilateral de información, buscamos escuchar, no hablar sin que al otro no le interese lo que estamos diciendo, sino hablar de algo que nos interesa a dos, comunicarnos, y hacerlo de una manera libre.

Aunque claro, esta libertad es más difícil de conseguir que la que conseguimos en las conversaciones, pues en la práctica nuestro “ego” y sus miedos nos impiden conseguirla. Miedo a que se descubra que no somos tan buenos como se piensan, miedo a equivocarnos y que nos tengan que corregir, miedo a estar haciendo algo mal, miedo a la ineficacia de nuestra práctica(que no sería por supuesto a la eficacia del Aikido, ¿o tal vez si?), miedo, miedo, miedo…, miedo a esto o a aquello. Vemos que en las conversaciones nos ocurre igual, aunque estamos tan acostumbrados a hacerlo que ya no le prestamos atención, o ¿a nadie se le viene a la cabeza que cuando habla con alguien a quien conocemos poco nos aparecen los mismos miedos?. Cuando en realidad si alguien mantiene una conversación con nosotros o por otro lado está practicando con nosotros, partimos de la base que le interesa (o lo normal es que le interese) aquello que decimos, como lo decimos,…, y si nos equivocamos, a ambos nos servirá para aprender algo nuevo.

Puede que al hacernos conscientes de ello, consigamos “liberarnos” un poco más.

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